Sigue la actuación en este rutinario escenario y ahí estas compañera, haciendo de tu personaje Kafkiano un secundario de lujo para mí, que soy protagonista de este plagio al maestro de ver el mundo en otras manos, invisibles.
Tú que me acompañas en mi aventura de no caer en su locura, de repente eres pesadilla entre mis brazos mientras duermo y lagrimas al atardecer de un lluvioso día que es casi verano.
De repente aparezco sentado en un butacón, escribiendo otra metáfora en la pantalla para que empiecen a cambiar las cosas por este lado.
El plagio Kafkiano se convierte en la caverna de Nietzsche donde me siento encerrado, pero la claustrofobia me hace borrarlo y volver a probar en el suelo, en el mío, parecido al subsuelo de Dostoievski pero mas a ras del cielo, sin resignarme a volar el alma, a sentir la levedad de mi peso, aunque sea insoportable señor Kundera, lo prefiero porque todo lo siento mas real, porque William Blake me preguntó desde el infierno “¿no sabes que cada pájaro que surca del aire los caminos es un inmenso mundo de deleite, encerrado por tus cinco sentidos?” y ahora las metáforas se mezclan y crean pesadillas llenas de miedo a la caverna y al subsuelo, al peso y al aire sin camino.
Y ahí esta ella. Entre la metáfora y la pesadilla de un hombre que se ha perdido. No importa lo que escriba ni el sueño que persiga, porque ella hace su escena desde otro lado donde quien sabe como será mi personaje secundario.
Seguimos actuando, las palabras solo hablan de lo que está pasando.