Comiendo agostos sin que corra el aire, tampoco tiene tan mala digestión, es cuestión de saber lo que comes; y con calma, saborear cada grado de temperatura, cada porcentaje de humedad, cada gota de sudor en la frente.
El sofoco veraniego calienta cada paso y se vuelven pegagosos los sueños, y también los miedos.
Te retiras a tu cueva a enfriar tu soledad y te acompañas con recuerdos de aquellos santos veranos inocentes, hoy es dulce nostalgia y amargo presente que no sacia, solo queda bajar tus pretensiones emocionales.
Creo ver entre las aspas que ventilan mis ideas aquel "doloroso placer de la lucidez" solo presente en instantes efímeros, después pienso; si te crees que has llegado al monte de la sabiduría, oh amigo, estas más abajo de aquella lucidez alcanzada, caerás entre los "lugares comunes" y comer agostos te hará mala digestión.