En el suelo de este planeta donde empezó todo hace mucho, mucho tiempo, y aquí acabará...
jueves, febrero 02, 2006
desde mi reflejo, una despedida
Observo lo que hago con las cosas, como me muevo por aquí.
Me tiembla la mirada pero sé qué hacer sin prevenir, se hacer y sonreír. Puedo llenar una pecera y que nadie viva allí. Huele a hierba muerta en el jardín de los besos rotos por gritos de nostalgia del marinero que jamás volvió a puerto.
Fue la canción de amor más triste que escribí, volando a ciegas sin rumbo fijo, dos halcones nómadas del tiempo que azota este octubre, el de algo ha cambiado y un hasta pronto compañero.
Dudé de ti en aquel momento en que dejaste de hablarme como aquella niña que fuiste, y empezaste a inventar el tiempo que te habían robado sin saber que aún seguías hablando.
Grita, al cielo y suelo de tu amor violado por aquella función de esperanza que te regaló una noche estropeada, que eres tú su princesa encantada, que eres tú quien de un duelo ganó una cara, quien de corazón ganó su amor sin pedirle nada.
Buenos son los días de hoy porque me imagino el sol y apenas lo veo porque me estás humillando en esta habitación. Genuino es su olor de avena y campo de trigo, su color de tierra y su mirada violenta. Quiero esconderme y no decir nada, salir de aquí y robarte una mirada, para guardarla con las cosas que he traído, con tus últimas palabras.
Me hundo como sólo caen las cosas que pesan en el agua, lentamente y con miedo, de un lado a otro porque nadie dentro de mí quiere llegar al fondo primero. Y mientras vamos cayendo es más grande el abismo que me ahoga aquí dentro, la oscuridad que rodea a un muerto...