domingo, enero 29, 2006

descanso




Desde que las horas no me tientan a ceder mis peores argumentos, no hay excusas en mis tierras. Las mañanas pierden su continua aparición diaria para convertirse en palabra que susurra un lamento de inspiración tardía.
Las huellas del poema que escribí son ahora las que recuerdo como mi camino dejado, mi penitencia abandonada. Y creo malgastar mis palabras en estas frases de condenado a las palabras. Y sólo, estoy confirmando mi apuesta de decir lo que siento.
Se perdió entre días de calendario sin señalar, del olvidado, de no mirar, de estar tan acostumbrado.
Se oscurecen los vientos que soplan en mi garganta y que ya han olvidado tu nombre, se enfurece mi grito de perdición, de nostalgia, de ojalá!
Puede seáis vos quien brille mi tormenta de aciago poeta sin nombre.
Puede seáis vos quien pinte mi batalla de conocidas palabras, que olvidando decirlas, las hacéis pintura de niebla y de hasta cuando.
Lleno de este hedor de no hay futuro, grito por siempre mi condena de querer vivir y estar muerto, en vez de morir y estar vivo por ti. Hasta cuando las bellas más hermosas de los campos de amapolas que llenaron este abril se conjuren entre versos y luna llena.
Y mueran solas, celosas de ti.