martes, enero 24, 2006

el encuentro


Retomo el tiempo que no malgasta mis ganas de querer, me empujo a desbordarme los sesos, a tirarte del pelo para sacarte la cabeza de ahí. De entre su cielo oscuro y su suelo de piedra, sus hojas caídas y animales de presa. Buen camino a casa cada noche.
La risa se encomienda al presente como antaño reinaron los suspiros y el ahogarme entre vuestras buenas intenciones se hizo un simple pero azorado destino. Buen camino a casa.


Se derriban mis planes de hacer un castillo empedrado de buenas intenciones, de imitación de mi pequeña muestra de felicidad, la que me regalaste o la que te robé mientras dormías, ¿recuerdas?, son testigo de mi futuro descubierto por tu mundo tan perfecto en el que yo triste y cansado viajero hago una y otra vez la maleta sin decirte adiós, sólo hasta luego.
Nunca tuve un cierto ademán de ser yo mientras me estuve escondiendo en tu mente, tuve miedo y trunque mi promesa, y lo hice un suelo utópico de ideas cuadradas. Sólo el verso me gana de frente y sin hacer trampas, puede robarme lo cierto que hay en eso que era de ti.
Suspendidas quedan mis ganas en el aire, para cogerlas con las alas y hacerlas mi equipaje.
Aquí de pie, con los pies en el suelo y mi corazón entre nubes, desde arriba, mirando. Detengo el paso para observar por fin mi hallazgo. El universo entero es demasiado grande para saber por donde empezar a soñar. No tengo miedo de saber que es mi mundo el que yo sólo veo. Mil caras y una promesa pasan por mi lado en busca de un corazón errante y cantan una oración de plegarias sobre lo que nunca quise ser.
Y ellos quieren ver en todo cuanto tienen que hacen hombres y de entre cada copa una mujer. Tristes trazos que dibujé en tu piel. Fué un tributo al huésped de la noche y del mejor no perder. Guerra y paz entre las piernas y nieva un poco por el frío que has dejado aquí dentro, por no sentirme lleno, por no seguir amando.